¿Qué tal si bajamos y os doy chuches? Pero así, rápido para que no se entere vuestra madre... -con voz entre nerviosa y ágil nos hablabas- y luego, luego os pongo el reloj del cuco, ¿vale?.
Ahí como tontos, como niños que éramos y que ahora camuflamos, mirábamos atónitos a un diminuto pajarito blanco con pico rojo que salía en las horas puntas. Claro, para eso tenías que mover las agujas de aquel reloj. En Cintruénigo nunca pasaba el tiempo.
Cómo me gustaba. Se me iluminaban los ojos cada vez que mi abuela insistía en bajar.
Una bolsa enorme llena de gominolas nos traíamos siempre de vuelta a Arnedo; escondida claro está.
__
Tan joven y ya hombre de la casa.
Por el casi del perder una pierna al pisar una granada sin explotar de la guerra, perdiste a vuestro padre.
Mi abuela, su madre y tu hermano a tu cargo... como en tantas otras familias.
Tiempos duros en los que batallar, pero tiempos quizá más felices. Aquellos tragos te curtieron, lo sé porque me lo han contado.
Humilde y trabajador y con un corazón tan enorme que cualquier intento de comparación se quedaría en eso, un intento. Hombre de gentes, conocido... conocidísimo.
Ahí como tontos, como niños que éramos y que ahora camuflamos, mirábamos atónitos a un diminuto pajarito blanco con pico rojo que salía en las horas puntas. Claro, para eso tenías que mover las agujas de aquel reloj. En Cintruénigo nunca pasaba el tiempo.
Cómo me gustaba. Se me iluminaban los ojos cada vez que mi abuela insistía en bajar.
Una bolsa enorme llena de gominolas nos traíamos siempre de vuelta a Arnedo; escondida claro está.
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Tan joven y ya hombre de la casa.
Por el casi del perder una pierna al pisar una granada sin explotar de la guerra, perdiste a vuestro padre.
Mi abuela, su madre y tu hermano a tu cargo... como en tantas otras familias.
Tiempos duros en los que batallar, pero tiempos quizá más felices. Aquellos tragos te curtieron, lo sé porque me lo han contado.
Humilde y trabajador y con un corazón tan enorme que cualquier intento de comparación se quedaría en eso, un intento. Hombre de gentes, conocido... conocidísimo.
85 años después, no ha sido la muerte quien se te ha llevado no, sino la vida. Tu vida: tu mujer.
Injusto es, como todas esas infinitas cosas que se escapan a nuestro alcance y que no conquistan respuesta alguna.
Me pesa el no poder decirte un último gracias, por todas las chucherías que nos diste, un último te quiero, y un último hasta muy pronto mientras agitábamos las manos desde el coche.
Me pesa sí, y mucho.
Pero eso, hasta muy pronto.
Injusto es, como todas esas infinitas cosas que se escapan a nuestro alcance y que no conquistan respuesta alguna.
Me pesa el no poder decirte un último gracias, por todas las chucherías que nos diste, un último te quiero, y un último hasta muy pronto mientras agitábamos las manos desde el coche.
Me pesa sí, y mucho.
Pero eso, hasta muy pronto.
Me has pillado a punto de dejar a alguien importante, has tocado donde no dejo que toque nadie, y ahora no sé que tengo que hacer.
ResponderEliminarMe encantó, bueno, no, realmente no me encantó, es triste y tiene un final feo, pero es realmente engatusable y además muy muy realista, por eso me gustó.
Un besito chiquilla.