"Art for Art's shake"

El olor de un libro viejo. Viajar. Teatro. Las sonrisas de madrugada.

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El olor de un libro viejo. Viajar. Teatro. Las sonrisas de madrugada.

30 de enero de 2010

De pérdidas


Como cuando tienes esa sensación de que algo no te termina de pertenecer del todo... de que simplemente permanece contigo por un tiempo, te deja que lo disfrutes, saborees, te llegas a creer -oh ignorante!- incluso feliz a su lado que hasta divisas atisbos de un futuro; y derepente, en la insignificante frontera que hay entre un segundo y el que le sigue, en un preciso e inapreciable espacio de tiempo en el que escuchamos un tic y un tac, desaparece, marcha sin dejar huella.

Sin decir nada. Sin mirar una última vez hacia atrás.


Ayer perdí otra gorra. Otra más. Me gustaba.. como las anteriores que tuve. Quiero pensar que esta tampoco me pertenecía del todo. Que casualmente coincidió conmigo por unas semanas, que se dejo querer y yo la convencí para venir a estas tierras. Que necesitaba seguir conociendo, seguir experimentando y aprendiendo al lado de otros caminantes, seguir buscando esa emoción imprescindible que vertebra las vidas.
Y por eso de que lo , la dejé ir.


Cada vez más me ronda por la cabeza eso de que "¡tal vez soy yo la que no acabo de pertenecer!".
Puede que tuvieras razón cuando me decías: "tan tuya y tan de nadie".
Y esque, muy a lo Pierce Shelley, nunca he sabido hasta qué punto NADA de lo que hay en este mundo nos pertenece.


( ... también perdí ayer: un pañuelo, una cazadora y el piercing.)

23 de enero de 2010

23.01





Me encanta que un extraño con gorro de rayas verdes me interrumpa en mitad de una conversación
sólo para decirme
lo bonitas que son las ciudades de noche, lo bonito que está Nottingham;
el placer que da comerse un bocadillo sea de lo que sea, cuando vas borracho
y escuchar mi voz de repente envuelta un acalorado e intenso monólogo, lleno de gestos que los que hayan cruzado más de dos palabras conmigo, podrán corroborar.

Simplemente a él le encantaba la fusión de esos tres elementos,
y yo notaba como las palabras le ardían en la boca.
Tenía que escupirlo.

Sencillamente, las personas sencillas me hacen temblar.
El bus vino, miré al reloj de la marquesina... había pasado una hora.
Para que luego digan del tiempo.



por lo demás...

..paz!

13 de enero de 2010

chiquilladas, ya sabes.



¿Qué tal si bajamos y os doy chuches? Pero así, rápido para que no se entere vuestra madre... -con voz entre nerviosa y ágil nos hablabas- y luego, luego os pongo el reloj del cuco, ¿vale?.


Ahí como tontos, como niños que éramos y que ahora camuflamos, mirábamos atónitos a un diminuto pajarito blanco con pico rojo que salía en las horas puntas. Claro, para eso tenías que mover las agujas de aquel reloj. En Cintruénigo nunca pasaba el tiempo.
Cómo me gustaba. Se me iluminaban los ojos cada vez que mi abuela insistía en bajar.

Una bolsa enorme llena de gominolas nos traíamos siempre de vuelta a Arnedo; escondida claro está.

__

Tan joven y ya hombre de la casa.
Por el casi del perder una pierna al pisar una granada sin explotar de la guerra, perdiste a vuestro padre.
Mi abuela, su madre y tu hermano a tu cargo... como en tantas otras familias.
Tiempos duros en los que batallar, pero tiempos quizá más felices. Aquellos tragos te curtieron, lo sé porque me lo han contado.

Humilde y trabajador y con un corazón tan enorme que cualquier intento de comparación se quedaría en eso, un intento. Hombre de gentes, conocido... conocidísimo.


85 años después, no ha sido la muerte quien se te ha llevado no, sino la vida. Tu vida: tu mujer.
Injusto es, como todas esas infinitas cosas que se escapan a nuestro alcance y que no conquistan respuesta alguna.
Me pesa el no poder decirte un último gracias, por todas las chucherías que nos diste, un último te quiero, y un último hasta muy pronto mientras agitábamos las manos desde el coche.

Me pesa sí, y mucho.
Pero eso, hasta muy pronto.