Esta es una de esas noches, en las que con Jack Johnson y Cat Stevens de banda sonora de mis pensamientos, acariciando dulcemente mis oídos
no puedo hacer mucho más que mirar atrás
y reir,
y sonreir.
Sobre todo después de conversar contigo;
es tan fácil dejar que las palabras fluyan
que las historias vengan,
que pasen como fotonovelas
y que nos lleven de un año a otro en cosa de segundos.
De las playas invernales del julio neozelandés,
a la huelga de funcionarios de la semana que viene en España,
al patio de tu escuela de monjas por allá cuando tú estabas en cuarto de la ESO
y yo en segundo, y presenciamos-o al menos lo intentamos-la manifestación contra la guerra de Iraq.
Monjas.
!Ay madre!
Corría aquel primer y lejano año de universidad por Logroño en el que por casualidades de la vida, pues bueno, digamos que acabé en una residencia de monjitas agustinas.
Claro, por aquellos años mi excentricidad estaba en pleno auge tanto o más que mi rechazo e inconformismo hacia la -voy a decir- sociedad- por no entrar en disecciones.
Y me habéis venido a la cabeza muchachas... Blanca, Lo, Eva, Cris, Glo, Lauras, Naiara, Bea, Viky.
Y aquella misa de Navidad a la que me llevásteis casi engañada y de los pelos, joder, qué escenario.
En la banda derecha las cuatro monjillas con un par de guitarras; en la banda izquierda las aproximadamente diez novato-pringadas. En el centro presidiendo, el cura.
Yo con una camiseta borrokilla cortada de tal forma que se me veía más de la mitad del sujetador por un lado, pantalones piratas por debajo del culo enseñando, enseñando, y gorra. Espatarrada en aquel banco de dios-nunca mejor dicho.
Miradas punzantes sobre mi persona, a las que me fuí acostumbrando a lo largo del resto del año.
De repente, nuestra querida Sor Luci, madre superiorísima, se incorpora y sin darme opción a la negativa, me da una petición para leer.
¿Yo leer ahí de pie? Me quise morir de la risa.
Lo hice, claro, pero a mi manera (=
Sólo diré que fuí llamada mala cristiana después de aquel espectáculo.
Y me esforcé durante todos los meses que pasé en aquella pseudocarcel, en corroborar tal apelativo que me había sido asignado.
Hubo diversos capítulos de: poner bandera republicana en la pared una noche/ al día siguiente tenerla tirada en la cama; dejar condones esparcidos por la mesa de estudio a propósito/ al día siguiente ver que la monjilla de turno lo pasaba peor que yo contándomela; diversos episodios de camiseta un poco provocativa que dejaba entrever los pecados, durante las comidas y cenas, y la inmediata reacción de Minimonja subiéndome la manga y mandándome a ponerme algo decente; piercing en el labio/quítate ese cacharro da la boca y un largo etcétera.
Irremediablemente mirando atrás con mucho cariño,
y dándome cuenta de que
so far things are not that bad at all.
Let's chill out and try to succeed studying these hours left tonight